viernes, 30 de junio de 2017

Reflejos en el agua




 Reflejos en el agua

Un día se secó la fuente y de su caño nació un diente de león. Era una fuente de esas de hierro, que se incendian en verano y la rondan los gorriones sedientos, temerosos de asir con sus uñitas el borde abrasador. Un día se secó la fuente y se le saltaron los ojos a las ranas que croaban a su sombra. Antes, muchísimo antes, la ciudad de avispas desvió el cauce, y el río se quejó con un hilillo de voz. Las arrugas se abrieron en la tierra y los árboles empezaron a caer. Los niños regresaron a sus casas con los labios empolvados, las rodillas desconchadas y boqueras supurantes en las plantas de los pies. Las doñas no pudieron lavar la ropa, ni hacer puchero, y los putos no tuvieron saliva para ofrecer. Solo Pepote, el niño bobo que nunca llevaba agua en botella, se fijó en que la fuente se había secado, y que en su caño crecía un diente de león.
···
Kalulé dejó caer de entre sus labios el diente de un león. Una nube oscura se cernía sobre el poblado. Las gotas gigantes no se hicieron esperar, humectando con prisa las grietas de la tierra picuda. Los ojos despertaron, se entrelazaron las bocas, se mordisquearon las lenguas en los besos. El agua volvió al cauce, la leche a los pechos, el líquido de vientre a los ombligos flacos. El río cogió corriente y habló con voz torrencial. Las chozas se desbarataron y los arbustos se desprendieron de la ropa colgada. Cantaron las ranas y espantaron a los pájaros, y los niños, con las gargantas ávidas de lluvia y los pies enmollecidos, se encaramaron a los árboles y no regresaron jamás.

Montaña Campón Imagen relacionada

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